martes, 9 de mayo de 2017

Cáscara de nuez - Ian McEwan



La novela más reciente de McEwan tiene una sorpresa escondida en su interior. En “Cáscara de nuez” poco importa la trama, lo que resulta totalmente atrayente desde el principio es el hecho de que se haya elegido a un narrador poco habitual, el bebé a punto de nacer que una de las protagonistas porta en su interior.

Esta peculiaridad hace que por fuerza se hayan introducido elementos fantásticos en una trama real; además, es una decisión que literariamente puede dar mucho juego para exponer los hechos de formas poco habituales. No he podido resistirme a una novedad tan llamativa, que además ha superado con creces mis expectativas.

Encerrado en la cáscara de una nuez
“Cáscara de nuez” es un bonito título que surge de “Hamlet”, Shakespeare, siguiendo la costumbre de Javier Marías de extraer citas de obras shakesperianas para titular las suyas (otra cosa que une a ambos escritores, es que desde 2011 Ian McEwan es Duque de Perros negros de Redonda, la isla que reina Javier Marías en la distancia, con lo cual la asociación entre ambos queda aún más clara).

Algo divertido que nos hace pensar antes aún de lanzarnos a leer la novela, es el hecho de que el narrador sea un nonato, un feto en avanzado estado de gestación, que ratificará con un argumento más (únicamente literario, eso sí), la posición de aquellos que estén en contra del aborto.

“Cáscara de nuez” se sitúa en Londres pero casi todas las escenas suceden en el interior de una casa y apenas se hace alguna referencia al entorno, el escenario no influye en absoluto, es Londres como podría ser cualquier otra gran ciudad del mundo en la que los actos más oscuros de los personajes pasen desapercibidos en el bullicio general: donde un bebé que está a punto de nacer sea aún más anónimo e invisible si cabe. Siguiendo con Londres, en las primeras páginas encontramos algunos comentarios satíricos sobre las intromisiones inconstitucionales del heredero al trono de Reino Unido, críticas que no van más allá y en cualquier caso, el objetivo de la novela, como veremos más adelante, no es la crítica política.

Un pequeño filósofo narrador
Los personajes principales son tres, una mujer llamada Trudy y dos hermanos que completan el desafortunado triángulo amoroso: uno de ellos, John, es un poeta culto y sensible, padre del bebé; su hermano Claude es desagradable y maleducado, ha provocado la ruptura de los otros dos. Pero hay alguien más, la criatura que porta Trudy y que es quien narra la historia, un pequeño filósofo sin nombre a quien es muy fácil tomar cariño desde el principio. Ahora veremos por qué gracias a la afortunada decisión de darle voz, la novela es una auténtica virguería.

Ian McEwan tiene una obra muy extensa y ha demostrado con creces ser un excelente narrador, pero se diría que en esta novela ha alcanzado cotas de perfección, lirismo y limpieza técnica que nos obligan a situarle en un nivel superior, y sin lugar a dudas, a quitarnos el sombrero ante su hazaña.

Y yo la quiero, ¿cómo no iba a quererla? La madre a la que aún no he visto, a la que sólo conozco desde dentro. ¡No es suficiente! Anhelo su ser externo.

El pequeño filósofo narrador no toma parte activa en la trama, sólo interviene en el mundo real ocasionalmente, cuando decide patear desde dentro la tripa de su madre. Y sin embargo su visión particular adquiere tanto protagonismo, que por momentos los hechos que configuran la trama pasan a un segundo plano, he aquí la magia de la literatura. Además, los acontecimientos que se narran no son felices, se trata de una trama patética y delictiva, y sin embargo a veces resulta cómica, aportando el pequeñín un contrapunto tierno y vitalista, absolutamente delicioso.

Conclusiones finales
Es posible que la Biblioteca del Sueño del castillo de Morfeo (la que alberga los libros escritos o imaginados en sueños como nos explicó Neil Gaiman en “Sandman”) albergue un buen puñado de novelas en las que un feto humano sea el narrador, en todo caso es una idea muy arriesgada para llevar a cabo y conseguir que funcione: podría sonar absurdo con mucha facilidad y es necesario escribir muy bien y tener  a mano un arsenal de recursos narrativos para que el frágil entramado no se derrumbe. En este caso, McEwan ya había disipado cualquier duda sobre su calidad narrativa en sus trabajos anteriores (“Expiación” puede que sea uno de sus títulos más conseguidos); en “Cáscara de nuez”, como decía antes, se reafirma como un gran escritor.

Es muy loable el hecho de que no se haya excedido en la extensión, la novela ocupa poco más de 200 páginas; muchas novelas contienen montones de páginas prescindibles, y si no es necesario todo ese espacio, para qué alargarlo. Muchos autores se suben al carro de las novelas interminables (también debido a las imposiciones editoriales a veces), libros más largos dan lugar a precios más altos.

La novela abarca una franja de tiempo muy breve, aproximadamente unas pocas semanas previas al parto; poco a poco los hechos se precipitan, siguiendo la trayectoria que inevitablemente se intuye desde el principio. Esto no quiere decir que sea previsible, es más, este es uno de esos libros que se disfrutan más por cómo están contados que por lo que cuentan. Las reflexiones del diminuto cronista nos dan pie a pensar más allá de la trama, y reflexionar sobre las relaciones humanas, el desapego y el materialismo de la sociedad actual, entre otros temas que se encuentran entre líneas. Creo que es recomendable para un público muy amplio, y espero que la disfruten tanto como yo lo he hecho.

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