martes, 24 de julio de 2012

"El viento comenzó a mecer la hierba" - Emily Dickinson


Emily a través de la ventana

Los poemas de Emily Dickinson se caracterizan por el sosiego, la reflexión y la quietud. Esta escritura procede sin lugar a dudas de alguien que, como ella, decidió por voluntad propia encerrarse en casa sin salir al mundo exterior. No obstante, existen algunos otros poemas que destacan por la observación interior, el reflejo en el abismo, los miedos atávicos, la oscuridad y el terror más antiguo: sin lugar a dudas, esos son los mejores, capaces de transmitir ideas muy intensas. 

Esta recopilación no parece seguir un criterio claro en la selección de los textos: la obra de Dickinson es ingente y coexisten en ella todo tipo de poemas: los menos profesionales de su juventud, los que se detienen a contemplar la naturaleza, el mundo tan pequeño, sencillo y cotidiano que le rodea y esos otros que parecen haber sido escritos mientras caminaba descalza por un terreno difícil, mostrando su interior sin ambages. Con esta pequeña recopilación entre las manos, sin embargo, el lector que no conozca previamente la obra de esta poetisa tiene a su alcance en este precioso libro una pequeña muestra genérica del trabajo de Emily Dickinson que ha perdurado a través del tiempo.


Emily y el encierro

La figura de esta poetisa está envuelta en un halo de misterio y leyenda cuya existencia, ya tan antigua (1830-1886), no ayuda precisamente a esclarecer. Era una mujer disciplinada y culta perteneciente a una familia adinerada, que prefirió sin embargo vivir de espaldas al mundo que la rodeaba, imaginando una existencia en lugar de vivir la suya de forma real. Dedicaba su tiempo a escribir en una habitación austera vestida con ropa de color blanco: salía poco, sólo para recorrer el resto de la casa y el jardín; se dice que la decisión de recluirse pudo estar asociada con el hecho de haberse enamorado de un hombre con el que por algún motivo no se podía casar, un tema que ocupa gran parte de su obra poética. Escribía continuamente y se relacionaba con pocas personas. Sus textos nunca fueron creados para ser publicados, Emily sólo escribía para sí misma. Eso implica que recorrer su literatura se convierta a veces en un tránsito a ciegas a través de sus palabras, sin tener nunca la certeza de haber encontrado la clave que desentrañe el mensaje que esas palabras sin duda llevan implícito. 


Emily y la oscuridad 

La verdadera Emily surgía cuando las puertas del pequeño mundo en el que se encontraba guarecida por decisión propia se cerraban y desaparecía hasta el último resquicio de luz en su habitación. Sólo entonces quedaban a un lado los poemas evocadores de claridad, naturaleza y hermosa rutina para dar lugar a aquellos otros de exploración interior donde salían a relucir los verdaderos fantasmas de la poetisa. Esos poemas son sin duda de mejor calidad y transmiten una carga emocional muy intensa. 

Además, es sólo a través de poemas como No es necesario ser una habitación / para estar embrujada, / no es necesario ser una casa. / El cerebro tiene pasillos más grandes / que los pasillos reales (...) como podemos comprender las verdaderas motivaciones que llevaron a Emily a adoptar la decisión del encierro, así como vislumbrar qué temores le rondaban y contra qué fantasmas luchaba a diario. Nadie con un espíritu lánguido y conformista escribiría versos donde explicase que encuentra más seguridad recorriendo los pasillos de una casa vacía que los propios entresijos de su pensamiento desnudo. La lucha contra las imposiciones, las inseguridades, los miedos y los muros de la propia mente es a menudo mucho más dura que la que se libra contra los elementos del mundo exterior: en el caso de Emily Dickinson, parece claro que la lucha consigo misma fue la causa de recluirse para no tener que luchar, también, con el mundo externo.

Una poesía realmente pura y sin pretensiones, sencilla, encantadora y dolorosamente real.

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